La noche, ventana al pasado. Sin reposo y sin piedad.


Hiruma Haohmaru

Mie Oct 05, 2005 8:28 pm

Noche del 9 al 10

Gritos de rabia, gritos de muerte. Gritos de guerra.

Los sentidos de Haohmaru estaban inundados por la vorágine de la batalla, saturados por la sangre y los horrores de las Tierras Sombrías. A su alrededor luchaban y morían los Cangrejo, sus compañeros de armas innominados y desconocidos; no necesitaba conocer sus nombres, todos eran una parte suya de alguna manera.

Los trasgos caían a decenas, atravesados por las flechas; los ogros intentaban abrir agujeros en las murallas mientras les llovía el aceite hirviendo y las saetas ardiendo como teas. Los shugenjas mantenían ocupados a los onis más cercanos a la muralla, algunos, mientras el resto intentaba dar cuenta de los voladores que atacaban a traición.
Haohmaru veía todo eso desde todos los lados y desde ninguno, pero siempre en el Kyuden.

Un oni escupió un proyectil de fuego que derribó a un bushi por encima de la muralla. Haohmaru quiso ir allí a ocupar su puesto, a ayudar en la defensa de la fortaleza, pero era incapaz de moverse. Sólo pudo rezar por el alma de su pariente mientras la vista se desplazaba y enfocaba una almena sobre la que varios bushi Hiruma luchaban a muerte con unos pocos ogros que habían conseguido llegar antes de que destruyesen la tosca escala que habían usado. Con movimientos rápidos y certeros los hicieron caer, no antes de que se llevasen a un Cangrejo cada uno a la muerte.

Haohmaru luchaba y luchaba contra las cadenas invisibles que le retenían donde fuera que estuviese. Vio entonces al general de la vanguardia Hiruma, orquestando la defensa con el rostro pétreo pero firme; aunque él no pudiese verla, Haohmaru sabía que el general y todos sus hombres sentían la presencia de La Fauce en algún lugar en el exterior de Kyuden Hiruma, moviendo a sus engendros para arrasar su hogar ancestral. Varios mensajeros dejaron al general y corrieron a entregar sus órdenes, imperiosas e importantes. Haohmaru sabía quiénes eran todos los Cangrejo presentes, sentía que lo sabía; de nuevo luchó contra sus ataduras, esforzándose. Su frente se cubrió de sudor que resbaló por su rostro, molestándolo... solo que no era sudor sino sangre, sangre humana, sangre Cangrejo. Vió el interior de la fortaleza, vió a uno de los mensajeros... corría. Tenía que entregar el mensaje del general a sus hombres. Era algo importante.
Haohmaru vió una sombra, tenía forma humana. La sombra se escindió de la oscuridad que rodeaba al mensajero, que corría... debía de ver pese a que Haohmaru sólo veía la oscuridad, el mensajero y la sombra más negra que la oscuridad. La sangre empapó sus ojos. No veía nada. La sombra era rojiza ahora, más roja que la propia sangre. Haohmaru quiso gritar, alertar de alguna manera al Cangrejo que de alguna manera llevaba su sangre... Más sangre. En lugar de palabras era sangre lo que salía de entre sus labios, sangre insonora, incapaz de avisar.

La mano izquierda de Haohmaru alcanzó por fin la saya de su katana, casi al par que su derecha la desenfundaba. El Hiruma jadeaba aceleradamente, con la katana delante suya en posición amenazadora, buscando al enemigo con los ojos muy abiertos en su cuarto de Kyuden Ippoyaku. El sudor, sudor verdadero, corría por su rostro y empapaba sus ropas mientras la luz de la luna, pálida y fría, le iluminaba en la madrugada.
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Hiruma Haohmaru

Lun Oct 31, 2005 7:33 pm

Noche del 10 al 11

¡Eran sus parientes!

Los ruinosos kimonos, podridos y comidos por los gusanos, aún mostraban el mon Hiruma. La tintura de los mismos estaba casi caída... parecía mostrarle a Haohmaru el destino de su familia.
Éste contemplaba impotente cómo los cadáveres, descarnados y muertos tiempo ha, reanimados por la magia impía de alguien, atacaban a sus compañeros de clan desde el interior de la fortaleza. De repente toda la barahunda de la batalla se había extinguido, ahogada, sofocada por el vacío anegante que era ver profanados los cuerpos de sus ancestros en esa monumental traición. Las fosas nasales de Haohmaru se llenaron del olor a tumba exumada, a putrefacción y a muerte; los no muertos atacaban con sus manos de forma lenta pero inexorable obligando a los defensores a defenderse de más enemigos y a descuidar sus defensas al exterior.

Haohmaru se encontraba desarmado, no sabía cómo ni por qué pero su daisho, su tetsubo y el resto de sus armas habían desaparecido. Aún así cargó contra los engendros que una vez fueron sus parientes sin más armas que sus manos.
Sus puños golpeaban una y otra vez, inútiles, impotentes. Inclusó machacó el craneo pelado de un esqueleto con una roca y no le hizo el menor rasguño, como si toda su fuerza se hubiese desvanecido y sólo quedase un niño indefenso en su lugar. Haohmaru notó los dedos descarnados horadar su carne, entrar en su pecho en busca del corazón... y aún así siguió luchando.

Jadeando a bocanadas se despertó el bushi en su cuarto de la fortaleza Fénix, aferrando el aire con ambas manos, el cuerpo cubierto de sudor y los ojos desencajados. Nada... no había batalla, ni muertes, ni alzados... como la noche anterior, como todas las noches desde su gempukku como primogénito, no había nada mas que el recuerdo. El collar Hiruma de sus ancestros estaba en su cuello, como siempre; casi podía notarlo palpitar... casi. Haohmaru acarició el metal con respeto y se levantó para preparar el rincón donde haría sus oraciones.

Encendió unas velas y se arrodilló, cerrando los ojos. Plegarias a las Fortunas comenzaron a surgir de entre sus labios entonces, vehementes, nacidas desde su interior. El Hiruma puso su collar delante suya con cuidado, mostrando su respeto con dedicación escrupulosa, y comenzó entonces sus oraciones a sus ancestros comenzando, como todas las noches, por sus difuntos padres.

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Hiruma Haohmaru

Mar Nov 01, 2005 7:18 pm

Noche del 11 al 12

Haohmaru despertó bañado en sudor frío, la espalda contra el suelo de su cuarto; durante la pesadilla había rodado fuera del futón sin notarlo y allí se había quedado, luchando contra el aire.

Tras abrigarse con una bata sencilla pero cálida dispuso el rincón de las oraciones, donde pasó buena parte del tiempo siguiente. El Cangrejo nunca tenía la necesidad de apremiar sus rezos cuando los hacía, pues su propia alma le decía cuándo había terminado de rezar y cuándo aún debía seguir. Nunca dejaba de lado a las Fortunas y a los Truenos en sus preces, jamás olvidaba dar las gracias a sus ancestros y siempre les deseaba el reposo merecido... un reposo que sabía todavía no habían alcanzado.

Seguía siendo noche cerrada cuando la tetera comenzó a burbujear, signo inequívoco del final de la preparación del brebaje nocturno. Haohmaru estaba de rodillas mirando al recipiente recien sacado del fuego y depositado sobre la mesita en la que había dispuesto el juego de té. Sin prisas vertió parte del contenido en una taza, la que estaba delante suya, y cerró los ojos aspirando el aroma de la infusión.
Ahora no había carreras, era sólo cuestión de centrarse en el té; el bushi abrió los ojos sin enfocar a nada, mirando el todo, convirtiéndose en el vacío que eliminaría los perjuícios de las terribles visiones nocturnas. Considerando que era el momento tomó la taza con la diestra... y su mano tembló derramando el líquido sobre el plato; Haohmaru tuvo que sujetársela con la otra mano para evitar que la taza entera cayese, así de terrible había sido la experiencia que su propio cuerpo se revelaba contra la paz...

Suspirando, el Hiruma bebió el té caliente sabiendo que no habría forma de alcanzar la paz que necesitaba esa noche.

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Hiruma Haohmaru

Dom Dic 25, 2005 11:24 pm

Noche del 12 al 13

Estoy muriendo...

Veo el cielo volverse rojo, rojo como mi sangre. Veo el cielo a través de mi sangre, que mana a borbotones de mi cuerpo horadado por las crueles armas enemigas.

Duele. Me duele mucho. Siempre pensé que cuando te arrancan las visceras por el pecho la muerte sería más rápida, que no se tiene ocasión a sentir el dolor apenas.
O quizás no estoy muriendo. Escucho a las criaturas impuras alimentarse de los caído, ¿están haciendo lo mismo conmigo? ¿Me mantiene con vida acaso quien les ayudó, el que perturbó el descanso de mis ancestros para matarlos?

No puedo morir así. Debo vencer, debo vencer una vez más, volver a levantarme y expulsar estos demonios de las tierras de mi familia.
Ordeno a mis manos que se muevan, que tanteen en busca de algo, un arma, ayuda para aplastarlos a todos, para mandarlos gritando al olvido. Nada hay, ni arma, ni movimiento ni hálito vital que pueda lograr tal cosa.

Veo algo a través de la sangre, es un rostro; nó, es una cabeza. Está en una mano, la mano de un enemigo. No es de las tierras sombrías, es humano, un humano corrupto. Intento ver su rostro... imposible. Intento entender sus detalles, saber quién es para reconocerlo... imposible. Una risa inclasificable horada mis oídos, taladrándolos... la cabeza en la mano del corrupto es la mía.


Con un grito de frustración, Haohmaru despertó en su futón de Kyuden Ippôyaku...

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Hiruma Haohmaru

Dom Ene 14, 2007 3:44 am

Cualquier noche de la quinta semana

No tenía párpados.

Los ojos de Haohmaru miraban al frente, incapaces de pestañear. Incontables manos descarnadas le sujetaban al suelo, inmovilizándole; podrían seguir y partirle en dos... o enterrarle en la tierra, pero se contentaban con obligarle a mirar.

El bushi abría la boca, desencajada, para gritar furibundo a sus captores, mas ningún sonido emergía de ella... su lengua caía, desgarrada, por entre sus labios y comenzaba a retorcerse y pudrirse ante sus ojos.

Esos ojos que no podía cerrar.

Veía a dos figuras en la distancia... se fijaba en ellos. Eran personas. Iban armados. Los conocía.
Sus padres caminaban hacia él como los había visto la última vez, ambos con sus armaduras y las katanas enfundadas, caminando para unirse al resto de sus camaradas en la muralla. Sus miradas son firme, ceñudas... y de repente se paran. La oscuridad les rodea, toma forma y se mueve... lanzas de sangre llueven del cielo, atravesándolos y clavándolos al suelo. Intentan avanzar en su camino pero no pueden, la sangre coagulada los aprisiona en mitad del camino...

Y la risa maligna de Kuroda horada sus oídos.

Los ojos de Haohmaru miran al frente. Nó sólo sus padres estabn allí... en ese camino, a mayor o menor altura, muchas otras figuras aparecían paralizadas, saetas carmesíes atravesándolas como los alfileres atraviesan las mariposas de un coleccionista.
Haohmaru conocía a todos y cada uno de ellos aunque nunca los hubiese visto.

El traidor salió de la negrura entre ellos, avanzando con una sonrisa cruel en los labios... unos labios que hacía siglos que habían dejado de ser humanos. La risa manaba de él aunque sus labios no se moviesen, el mal era tan intenso que el Hiruma podía notarlo golpeándole en el rostro cual una ola de calor se tratase...
Cuando llegó a su altura, el traidor se inclinó para tenderle una mano... una mano amistosa, una mano que le ofrecía ayuda. El mismo gesto produjo arcadas en el estómago del Cangrejo.
Apelando a toda su voluntad, Haohmaru mordió esa mano... y vió como sus dientes no hacía nada en ella, se salían de sus encías y caían al suelo pudriéndose en el aire, su pelo haciéndose polvo mientras sentía cómo su piel se apergaminaba y desintegraba, sus músculos tornaban en podredumbre y sus ojos veían la risa, una vez más, del traidor.

Ningún sonido pudo salir de su garganta sin lengua...

Hiruma Haohmaru
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