Narra tu gempukku


Soshi Mishi

Mie Nov 15, 2006 7:35 pm

Konban wa.

"¡Kiai! El grito resonó en la sala ancestral, reverberando entre los muros que habían visto más de mil ceremonias. El joven terminó de ejecutar el movimiento con armonía, envainó la katana en su saya y acabó en la misma posición en la que había comenzado. Se giró hacia los maestros del clan, dedicándoles una profunda reverencia y manteniendo la mirada gacha. Los ancianos se miraron entre sí, asintiendo quedamente: el de más edad habló.

-Una ejecución sin fallos. Que desde hoy tu nombre anterior sea olvidado, y se te conozca como Mirumoto Sanzo, samurai-san.
"



El gempukku es un momento decisivo en la vida de todo samurai, y posiblemente el de mayor significancia: se deja atrás la despreocupación de la infancia y se accede a la madurez, a ser un samurai de pleno derecho y con el orgullo de tener el apellido de tus padres y los padres de tus padres. Y no todo se reduce a unas cuantas pruebas: están las dudas de los días previos, el nerviosismo ante la competición, los últimos consejos del sensei... y la satisfacción y alegría posteriores. Un evento tan rico seguramente despierte inquietudes creativas a los aquí presentes, de modo que propongo a quien pueda interesar que narre sus experiencias relacionadas con su prueba de madurez.

Soshi Mishi, Magistrada Imperial.
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"Que Benten os guíe en todas vuestras acciones"

Ultima edición por Soshi Mishi el Mar Feb 27, 2007 9:17 pm, editado 1 vez
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Hiruma Haohmaru
DJ Veterano
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MensajePublicado: Mie Nov 15, 2006 11:47 pm Responder citando Back to top

La preparación.

-¿Nervioso, Haohmaru-kun?-La voz procedía de una mujer joven, de pelo corto y negro cuyo kimono mostraba el mon Hida. El interpelado negó con la cabeza muy serio, acariciando el pomo de su katana.-Tenso Chiyoko, es diferente.
El observador casual no habría dudado en el parentesco de los dos samurais, así de parecidos eran.-Sería un momento muy malo para dejarme llevar por los nervios, ¿no crees?-Dijo el muchacho permitiéndose sonreir con sorna, su vista fija en el kabuto que su hermana le acercaba en las manos.

Hida Chiyoko contempló a su hermano con admiración, intentando grabar ese momento... con una mano sobre la empuñadura y el yelmo bajo el brazo, balanceando su peso de un pie a otro lentamente, la tensión que mencionaba bien visible en su rostro de muchacho.-Te ves magnífico con la armadura de padre...
Haohmaru sacó pecho, orgulloso de la comparación.-Ojalá pudiesen verme hoy...-El gesto de ambos demostró la tristeza que la ausencia de sus padres les producía, guardándose ambos de comentar el motivo.-Yo pensé lo mismo en mi gempukku, Haohmaru-kun.
-Y aún así lo pasaste.-Respondió el hermano.-Igual que lo harás tú hoy.

La entrada de la tienda se abrió entonces y entraron dos nuevos samurais. El primero era muy alto y ancho de espaldas, de rostro adusto y mirada honesta, Hida Takara, el marido de Chiyoko que miró al aún muchacho y asintió aprovador. El segundo era delgado y enjuto, fibroso y bastante mayor, ningún mon adornaba su kimono. Era Hiruma Isamu, abuelo de Haohmaru y Chiyoko, actualmente retirado del trabajo de campo y sensei explorador.-¿Estás preparado hijo?-Tenía el viejo hombre una voz raspante, producto de una herida mal curada en el pecho, mas contemplaba a su nieto con los ojos brillantes.-Lo estoy abuelo, estoy preparado.

Haohmaru se colocó el kabuto y afianzó las correas. Comprobó los ajustes de su daisho y, al ver que estaba todo perfecto, agarró el mango de su tetsubo y asintió una vez más.

Cuando se adentraba en soledad por las Tierras Sombrías no necesitó girarse para saber que aquellas tres personas le observaban desde lo alto de la muralla... y que le deseaban lo mejor.

Hiruma Haohmaru

_________________
To call me "awesome" is an understatement.


Hiruma Haohmaru

Mie Nov 15, 2006 11:47 pm

La preparación.

-¿Nervioso, Haohmaru-kun?-La voz procedía de una mujer joven, de pelo corto y negro cuyo kimono mostraba el mon Hida. El interpelado negó con la cabeza muy serio, acariciando el pomo de su katana.-Tenso Chiyoko, es diferente.
El observador casual no habría dudado en el parentesco de los dos samurais, así de parecidos eran.-Sería un momento muy malo para dejarme llevar por los nervios, ¿no crees?-Dijo el muchacho permitiéndose sonreir con sorna, su vista fija en el kabuto que su hermana le acercaba en las manos.

Hida Chiyoko contempló a su hermano con admiración, intentando grabar ese momento... con una mano sobre la empuñadura y el yelmo bajo el brazo, balanceando su peso de un pie a otro lentamente, la tensión que mencionaba bien visible en su rostro de muchacho.-Te ves magnífico con la armadura de padre...
Haohmaru sacó pecho, orgulloso de la comparación.-Ojalá pudiesen verme hoy...-El gesto de ambos demostró la tristeza que la ausencia de sus padres les producía, guardándose ambos de comentar el motivo.-Yo pensé lo mismo en mi gempukku, Haohmaru-kun.
-Y aún así lo pasaste.-Respondió el hermano.-Igual que lo harás tú hoy.

La entrada de la tienda se abrió entonces y entraron dos nuevos samurais. El primero era muy alto y ancho de espaldas, de rostro adusto y mirada honesta, Hida Takara, el marido de Chiyoko que miró al aún muchacho y asintió aprovador. El segundo era delgado y enjuto, fibroso y bastante mayor, ningún mon adornaba su kimono. Era Hiruma Isamu, abuelo de Haohmaru y Chiyoko, actualmente retirado del trabajo de campo y sensei explorador.-¿Estás preparado hijo?-Tenía el viejo hombre una voz raspante, producto de una herida mal curada en el pecho, mas contemplaba a su nieto con los ojos brillantes.-Lo estoy abuelo, estoy preparado.

Haohmaru se colocó el kabuto y afianzó las correas. Comprobó los ajustes de su daisho y, al ver que estaba todo perfecto, agarró el mango de su tetsubo y asintió una vez más.

Cuando se adentraba en soledad por las Tierras Sombrías no necesitó girarse para saber que aquellas tres personas le observaban desde lo alto de la muralla... y que le deseaban lo mejor.

Hiruma Haohmaru

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Hiruma Haohmaru

Jue Nov 16, 2006 12:18 am

La búsqueda

Haohmaru agarraba su arma con las dos manos, como intentando traspasarle la ansiedad que intentaba ganarle.
Eran esos momentos en los que necesitaba liberar el nerviosismo que realmente tenía... si continuaba así no tardaría mucho en escuchar onis con cada crujido de las hojas o suspiro del viento.

Caminaba despacio, mirando donde ponía los pies, minimizando sus gestos para dar sensación de estar haciendo exactamente lo que quería y donde quería; lo que menos quería el muchacho era que el miedo le dominase y su olor se propagase por la zona, pasaporte fijo a la barriga de algo.

La primera noche que acampó en esas tierras fue sencillamente horrible. Aunque el fuego calentaba sus huesos, la tierra le transmitía un frío mortecino al que no estaba acostumbrado, todos los sonidos le despertaban sobresaltado y hasta el crujido del fuego le intranquilizaba...
Tuvo que esperar a la segunda, tras haber observado un grupo de nezumis y haber sido observado por ellos, para acostumbrarse al murmullo del fuego en esas tierras y asumir el aroma de las mismas. No pudo dormir pero al menos sí descansar.

Había algo en el aire que le molestaba...

La cuarta mañana comenzó con la misma molestia, algo en el aire... algo que olía mal. Haohmaru siguió avanzando con precaución, el extraño olor persistiendo en su olfato; era algo como... agua estancada, como viciada. Parecía venir de la falda de una pequeña loma al borde del mustio bosquecillo que estaba atravesando, probablemente una poza o un torrente cortado. El Cangrejo, consciente de que tenía que encontrar algo ya, siguió el olor rancio... incluso cuando el viento cambió y dejó de olerlo. Tenía que venir de esa falda, sin lugar a dudas, así que cuando el bosquecillo terminó se encontró con la fuente.

Hiruma Haohmaru

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Hiruma Haohmaru

Jue Nov 16, 2006 1:08 am

La prueba

Un ser enorme yacía en el suelo, rodeado de algunas armas que parecían haber sido portadas por trasgos y que, al notar el olor del samurai, empujó su corpachón con los brazos y se puso en pie, soltando un bramido atronador que resonó con violencia en los oídos de Haohmaru.
Era muy grande... le sacaba dos cabezas al bushi, era el doble de ancho pese a la armadura, la piel parecía recubierta de escamas, sus brazos eran nudosos y rematados por unas garras de dedos largos y ganchudos a modo de garfios, el rostro era plano, con grandes orejas, nariz larga y casi tan afilada como los colmillos sucios que sobresalían casi medio palmo de entre sus labios.

¡Por todos los kamis, ¿qué es eso?!

Haohmaru comprendió que si no había rastro de trasgos además de las armas significaba que era porque esa cosa se los había tragado, probablemente miembro a miembro... y ahora parecía querer un desayuno saludable.
Ya no tenía sentido buscar más, o mataba a esa cosa y se hacía un hombre o moriría siendo un muchacho.

Cuando el ser derribó el arbolito que un momento antes había tenido al Cangrejo delante, éste pudo comprobar que si bien la cosa esa era de movimientos torpes su fuerza lo compensaba.
Su tetsubo golpeó la primera vez en el muslo, un golpe doloroso pero que no pareció acuciar el engendro, que arañó la pechera de la armadura de refilón y le hizo trastabillar, magullándole, teniendo que ponerse a la defensiva los minutos siguientes hasta que pudo volver a blandir su arma y golpearle el pecho.

Ver cómo un ente semejante ignora un golpe de tetsubo en el plexo solar puede resultar bastante frustrante para un joven que está luchando por su vida.
Intentando ganar cualquier ventaja, por pequeña que fuese, se incorporó a la loma. Treinta segundos más tarde rodaba por la loma al haberse adelantado su oponente y tirado de su pierna hacia abajo. Las garras horadaron la armadura y la boca se abrió con intenciones golosas antes de abrirse aun más al gritar de dolor; Haohmaru había conseguido balancear una vez más su tetsubo y el impacto en la rodilla había hecho mella por fin.
Pero las garras no le soltaban.

La criatura tiró de el alzándolo y haciéndole perder su tetsubo. Frenético, el Cangrejo se retorció intentando alcanzar su daisho, mas no pudo evitar que la boca se cerrase sobre su hombro y apretase... la armadura comenzó a partirse y los dientes entraron en su carne antes de que consiguiese desenvainar su wakizashi y clavársela en el cuello a la bestia, que lo soltó dolorida, la sangre humana manchándo sus colmillos.
Sin perder un momento, Haohmaru sacó su katana y atravesó el pie de la pierna sana del monstruo al suelo, soltando el arma entonces mientras éste intentaba sacarse la wakizashi del cuello sin abrirse la herida... cosa que no tardó en conseguir, el tiempo justo para recuperar el tetsubo y cargar contra la cosa cuando ésta se arrodillaba para sacar la segunda hoja de su pie, dejando su cabeza vulnerable y expuesta.
Pudo ver la expresión estúpida de la bestia justo antes de que el tetsubo aplastase su cráneo...

Dolorido, magullado, con la armadura dañada y el cuerpo sangrando, se dejó caer el bushi al suelo junto al cadáver...

Hiruma Haohmaru

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Hiruma Haohmaru

Jue Nov 16, 2006 1:21 am

El nombre

-Me duele todo, Chiyoko...-La voz del muchacho revelaba el dolor que las curas del Kuni le estaban produciendo. El shugenja estaba, literalmente, cosiéndole.
-¿Ahora vas a quejarte del dolor?-La mujer soltó una carcajada fuerte, echando la cabeza hacia atrás.-Más bien alégrate de haber encontrado esa patrulla, Haohmaru-kun.

El joven hizo una mueca y respondió sin moverse.-Sí, me alegro de haber encontrado a la patrulla y al batallón de trasgos que combatían, por supuesto. Me van a quedar cicatrices que no tenía todavia en mi colección.-Apretó los dientes ahogando la exclamación que pugnaba por salir de sus labios cuando el Kuni le aplicó el emplasto de jade.
Su hermana pareció ir a decir algo, pero la entrada de su daimyo seguido por su abuelo calló todas las palabras. El viejo sonreía, sus ojos chispeantes de felicidad; el daymio sonreía también, pese a lo raro que era ese gesto en él.-Felicidades... Hiruma Haohmaru-san.

Todo el dolor del mundo no podía evitar la sonrisa de satisfacción que le produjo escuchar esas palabras de boca de su señor.

Hiruma Haohmaru

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Bayushi Shun

Dom Nov 19, 2006 5:18 pm

Maestro, ¿creéis que estoy preparado? Yo no estoy seguro.

El aspecto de Bayushi Hideyoshi era macilento. A sus sesenta años se había casado con una joven de una familia menor de veinte (años) y su salud se estaba degradando. Yo sospechaba que esa joven estaba haciendo algo que de algún modo acortaba su vida. Y mi maestro, un hombre sabio, no decía nada. Bien me era sabido que preferiría morir a cortarse la coleta e irse a un monasterio. Aunque en los últimos tiempos hablaba cada vez menos de lo del monasterio, como si quisiera alejar esa posibilidad de su cabeza. No importaba: era su decisión, no la mía.

-Estás preparado, Shun-kun. Tus nervios no tienen razón de ser. Eres capaz y, la voz de Hideyoshi falló, y empezó a toser como si casi agonizara, hasta que bebió algo de agua, como te decía, eres capaz de hacerlo. Eres bueno con muchas cosas, y con la espada eres el mejor. Sólo tienes que encontrar tu camino. Lo harás bien. Ahora debo irme. Medita sobre el río, la rana y el escorpión. Y cuando acabes medita otra vez. La primera vez puede ser engañosa.

Mi maestro se marchó con dificultades hacia su casa, donde recibiría un merecido descanso. Su mujer era una joya...

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Por fin había llegado a mi gran momento, el paso a la edad madura. He ahí que veía a mi padre. He ahí que veía a mi madre, a mis primos y primas y demás familia. He ahí que veía a mi sensei, que parecía llevar una extraña máscara de cera. Pero no, era su tono de piel en los últimos tiempos. Y he ahí que veía a su joven esposa, que lucía un estupendo aspecto con su embarazo en el séptimo mes. Frases grandilocuentes, unas sencillas demostraciones con mi arma, y todo pasó como en un sueño. El Viento entre las Flores del Cerezo, La Garza Alza su Vuelo, Los Juncos que se Doblan ante la Brisa... todo fluía en un sincesar perfecto y armónico. Los combates fueron perfectos, y no perdí ni uno. A la mañana siguiente me desperté en un futón que no era el mío, en una habitación que no era la mía, en una casa que no era la mía y con una joven a la que no había visto en mi vida. La geisha me dijo que nunca había sentido algo como lo de la noche anterior, y para mis adentros asentí. Nunca había cobrado por dormir junto a un joven tan bebido como yo lo estaba. De haberme acercado a un brasero la cantidad de sake y demás bebida me habrían provocado un incendio.

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Habían pasado tan solo unos días desde mi prueba de madurez. Me encontraba junto al lecho de mi maestro. Su enfermedad se había agravado, pero aun así era fuerte e insistía en no preocupar a su esposa. Un valiente.

-Shun, tienes que salir al mundo, a contemplar otros estilos de lucha. Has pasado tu gempukku, ahora gana tu madurez. Es tu destino.

Así lo haré, sensei.

-Ahora llama a mi mujer, quiero hablar con ella.

Una semana más tarde, él había muerto. Me puse una banda blanca de luto y salí hacia Kyuden Kakita...

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"Por mas que yo te quiera
y aunque tres vidas viviera,
pendenciero y mujeriego
lo seré hasta que me muera,
y aunque tres mujeres quiera,
si las tres vidas viviera,
a ti que lo mereces
te querría la primera."


Bayushi_Yuki

Dom Nov 19, 2006 6:01 pm

Yuki notó un impacto contra su cara que la hizo despertar sobresaltada. Se incorporó con rapidez y comprobó que sus ropas y el, hasta ese momento cálido, futón estaban completamente empapados. Frente a ella permanecía de pie una sirvienta sosteniendo temblorosamente una cubeta vacía de madera. Junto a la heimin, Daidôji Yama estaba a punto de entrar en erupción.

Yukiiii...

dijo en un tono de voz grave cargado que no presagiaba nada bueno.

Yuki no se atrevió ni a pestañear, deseando enfrentarse al mismísimo Fu-Leng antes que a su madre enfadada.

Quince minutos más tarde comía en las dependencias de la cocina. Los gruesos trozos de tortilla viajaban mezclados con arroz despacio, desde el cuenco hasta su boca. De vez en cuando sorbía miso o té para ayudar a bajar los alimentos.

Kensuke apareció sonriente, decididamente con mejor aspecto que ella.

Mira que emborracharte justo el día antes de tu gempukku... Esta noche no pensarás hacer lo mismo, ¿ne?

Yuki apartó el arroz y el okonomiyaki y se acabó de un trago la sopa.

Kensuke kun, cállate. Si no fuera por ti, mi madre no se habría enterado.

Tu mentira era demasiado frágil. No me culpes a mí.


Los dos jóvenes discutieron algo más de tiempo ante la muda presencia de los heimin que se atareaban en alimentar a todo un castillo. No era la primera vez que Yuki comía allí. Por algún motivo, Yama lo consideraba un castigo especialmente humillante y se lo había infligido desde pequeña. Pero a la joven Daidôji no le importaba, sobre todo desde que entabló amistad con una vieja sirvienta que le daba umeboshi a escondidas. Había muerto hacía dos inviernos y Yuki la extrañaba aún.

Bueno, olvidemos ahora tu pequeña travesura. Dime, ¿qué tal crees que lo harás mañana? Todos hemos apostado por ti, pero sobre lo que dudamos es sobre el resultado.

Yuki sonrió con suficiencia.

Te aseguro que Uji sama quedará impresionado.

Tendió su taza de té hacia un hombre casi anciano, encorvado, que se entregaba a la tarea de cortar rábano en finas rodajas.

Sírvame algo de sake, onegai masu

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A.K.A Luciah


Isawa Koushi

Lun Ene 22, 2007 9:41 pm

Gisei Toshi; dos años atrás.

Kodo miraba por la ventana como los cuatro otros aspirantes a Tensai de Aire pasaban sus respectivos gempukku con mayor o menor grado de éxito por lo que ya sólo quedaba él. Sus compañeros hasta entonces se habían asegurado de hacerle saber que ellos podrían ser llamados Isawa a partir de aquel día mientras que él posiblemente nio lo hiciera; y si aquello ocurría realmente, su papel dentro del Fénix quedaría sujeto a los más simples deberes incluso siendo un tensai. A Kodo no le importaba; mientras que sus compañeros mostraban un gran interés con ser el próximo Maestro Elemental del Aire, a Kodo le bastaba con poder vivir lo suficiente como para cumplir con su destino si bien, como le había dicho su sensei, una mejor posición en el Imperio le permitiría lograr ser lo que debía ser. Razón no le faltaba y por ello estaba decidido a dar todo lo que tenía para pasar su gempukku

Cuando supo que había llegado su hora tomó el camino hacia el patio donde su sensei, Isawa Uona, le esperaba junto a otros Maestros Elementales. Justo antes de salir al exterior, dos de sus compañeros le esperaban: Isawa Amoro y la hermana de este, Isawa Chidai. Kodo sabía de antemano para que estaban allí, el primero para tratar de minar su confianza, la segunda para darle ánimos.

- Kodo-san, procura no terminar otra vez en las manos de un sanador. Hacerlo frente a los Maestros Elementales sería el peor error que podrías cometer.

Chidai se limitó a mirar a Kodo y transmitirle su apoyo sin palabras; nunca habían hablado pero el joven aspirante sabía que la samurai-ko no sólo no aprobaba lo que su hermano hacía, sino que además guardaba algún tipo de sentimiento hacia él.

- Sabéis que eso no pasará, Amoro-san, pero gracias por preocuparos. Vuestros deseos hacia mi futuro inmediato significan mucho para mí.

La dulce voz de Kodo era una contraposición clara a la de Amoro, quien a pesar de la modulación de su voz nunca podía evitar que su arrogancia la tiñera de amargura.

- Suerte. La necesitarás.

Sin mediar más palabras, Kodo salió al exterior y el sol iluminó su rostro haciendo que tuviera que cerrar los ojos debido al brillo. Sin embargo no se paró y caminó seguro hacia donde le esperaban los Maestros Elementales.
Ante ellos, se inclinó profundamente y se presentó diciendo su nombre y su linaje al completo. Miradas cómplices corrieron entre los Maestros, sobre todo entre Uona, Tomo y Ujina.

Tras la presentación, comenzó la prueba de gempukku propiamente dicha; lo primero que requirieron a Kodo fue que nombrara trescientas Fortunas y los datos que se conocían sobre ellas; posteriormente tuvo que recitar el Tao de Shinsei al completo y responder a una pregunta por Maestro Elemental relacionada con el Shintao. Sin descanso alguno entre prueba y prueba, se pidió a Kodo que respondiera a datos que le preguntaron sobre la historia de la familia Isawa y la propia Gisei Toshi para después solicitarle que escribiera el nombre de las Siete Fortunas Mayores con los ojos cerrados.

Finalmente, llegó el momento de demostrar sus aptitudes con los kami, sin duda la prueba en que se debía mostrar mayor dominio. Kodo respiró hondo y comenzó a elevar un cántico que nació como un susurro y no subió del tono de voz que se emplearía para llamar a alguien cerca; sólo los Maestros Elementales podía escuchar su voz. A su alrededor, los espíritus de Aire iban convergiendo, curiosos ante la llamada del joven; sin embargo, apenas si se limitaban a bailar a su alrededor sin que Kodo pudiera hacer algo para que hicieran lo que les pedía. Esos momentos fueron difíciles para Kodo quien comenzó a perder la concentración y pronto los espíritus del Aire vieron una gran oportunidad para jugar con él.
Isawa Tsuke miró a Uona desaprobadoramente, como si le reprochara que no le hubiera escuchado en el pasado; Isawa Tomo al igual que su hermano Tadaka permanecían concentrados en lo que ocurría frente a ellos; Isawa Ujina parecía estar mirando más allá de Kodo mientras que la sensei del joven parecía estar más tranquila que los demás, ignorando a Tsuke y esperando algo que no ocurría.

Los cabellos de Kodo se removían a causa de las travesuras de los kami del Aire convocados y pronto comenzaron a tirar incluso de sus ropas. Kodo, cerró los ojos y trató de concentrarse pero los silbidos y soplos de los espíritus apenas se lo permitían. Se esforzaba en dominarlos para que lo dejaran en paz y su terror creció pues recordó lo que le ocurrió años atrás cuando los espíritus del Fuego casi acabaron con su vida.
Entonces recordó las palabras de su sensei: el primer paso para dominar al Viento es aprender que no puedes ser su amo.. Al fin comprendió lo que quería decir Isawa Uona y con ello, suspiró.
Cuando abrió los ojos no escuchó más silbidos ni sintió tirones, sólo la presencia de los []ikami[/i] del viento, expectantes a lo que haría. Con tranquilidad elevó sus brazos y comenzó un extraño baile en el que no era el único participante. Junto a él, todos los espíritus del Aire del lugar comenzaron a danzar, elevándolo a veces sobre el suelo y meciendo sus cabellos acompasados a un ritmo que sólo Kodo y ellos escuchaban.
Poco a poco el baile comenzó a ser más frenético y más espíritus acudieron a la llamada de Kodo.
Las ropas de los Maestros Elementales se movían con las ráfagas creadas por el baile de Kodo y las hojas de un cerezo distante crearon diversos remolinos a su alrededor.

- Es suficiente.

Las palabras de Ujina resonaron en el alma de Kodo quien quedó arrodillado frente a los Maestros en un fluido movimiento. Todo el viento cesó y las hojas cayeron al suelo formando unos patrones que no pasaron desapercibidos a los Maestros Elementales.
Estos se miraron y emitieron un juicio silencioso; Isawa Uona se levantó y mirando a Kodo, le habló.

- ¿Cuál será tu nombre de adulto?

- Koushi, Isawa Uona-sensei.

Uona miró a Ujina y este asintió con una extraña sonrisa en sus deformes labios.

- Entonces levantate, Isawa Koushi-san.

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The first step to mastering the wind is learning that you can never be its master.


Akodo Iwame

Mar Feb 27, 2007 9:05 pm

Los rayos de Amateratsu brillaban con fuerza mientras estaba sentada en una de las ramas principales de mi árbol favorito. Había estado ejercitándome duramente, mi pecho subía y bajaba con rapidez. Aún no me había recuperado, una intensa carrera que disfrutaba en mi descanso. Necesitaba pensar, meditar, la mano me picaba mucho, pero lo ignoré, ignoraba todo, todo a mi alrededor.

El momento crucial estaba cerca, por el que había invertido horas de duro esfuerzo, falta de sueño, protestas que quedaban atrás bajo la atenta y severa mirada de mi sensei. Mi madre siempre lejos, nunca presente, su ausencia era mi compañía. Ya ni siquiera mi hermana jugaba conmigo, apenas tenía tiempo, todo era entrenamiento, meditación, preparación. Y daba lo mejor que tenía dentro, luchando por mejorar, esforzarme y superarme.

-“Un, dos, tres…Diez!...”-resonaba mi voz juvenil en mi mente.
-“Otra vez!...”- Fue la respuesta inclemente de mi sensei.

Unos pasos resonaban en la extensa llanura, haciendo resonar la hierba que se mecía, doblegándose a la voluntad caprichosa de los vientos que soplaban. Me giré y parpadeé,
pues me sorprendió ver a mi hermana allí, altiva y severa, mirándome con dureza, parecía enfadada y de las veces que nunca la había visto.

-“Baja ahora mismo, deja de comportarte como una niña”

Me negué en redondo, agité mi cabeza y mis cabellos salieron disparados hacía un lado y otro. Eso le irritó más aún de lo que estaba, no entendía nada, se agachó y esgrimiendo una piedra como amenaza volvió a gritar.

-“¡Baja he dicho!, soy la mayor y me tienes que obedecer”- ante mi negativa la piedra voló rauda surcando con presteza el espacio que nos separaba. Sentí el impacto en mi hombro, perdí el equilibrio y me fui deslizando hasta el suelo, sintiendo cómo caía flotando en el aire hasta que cerré los ojos inundados estos por una ráfaga de estrellas blancas. Me sentía muy mareada, el kimono se había estropeado.

Sentí unas fuertes manos que me incorporaban, una dulce voz grave que me atendía. Abrí los ojos, era Akodo Itsu, un joven bushi de la guardia que me agradaba especialmente y hacía que se acelerase mi corazón en su presencia. Me ayudó a volver, mientras conversamos.

-“No deberías ser tan traviesa, ya casi eres mayor, tú gempukku es dentro de dos días ¿verdad?”

Asentí, observándole en silencio, con una pequeña sonrisa, y guardándome el dolor que sentía en el hombro.

-“Ah.., bien. Serás una buena samuraiko, lo sé. Esta tarde salgo para la frontera, es nuestro turno de patrulla, venía a desearte suerte”

Sentí pena de repente, todo lo que me ilusionaba se marchaba, no era amor lo que sentía, pero sí un apego profundo por aquél joven. Con el tiempo seguro que cambiaría a ese sentimiento.

-“Tu hermana se me ha declarado, eso no es posible, por eso me mandan fuera. La he rechazado”

-Así que era eso-

Akodo Itsu pasaba bastante tiempo conmigo, dentro del que podía y sospechaba las razones del enfado y reacción de mi hermana, que al parecer se había marchado corriendo. Llegamos al castillo y me llevaron ante mi madre, que estaba furiosa, bajé la cabeza sumisa y aguanté la tormenta que se había desatado. No acusé a mi hermana y ni siquiera la mencioné.

-Lealtad-

Soporté con estoicismo el castigo impuesto, preparándome para mi gempukku, cuando volviese Akodo Itsu me vería radiante y haríamos guardias juntos, sería estupendo. La noche pasó y la víspera de mi gempukku lo pasé meditando, ultimando mis ejercicios y preparándome para las pruebas a las que me someterían.

Llegó el tan ansiado día, estaba muy nerviosa, contenta al fin. Me había despertado temprano y empezado a prepararme enseguida, con mucho tiempo por delante. Me vestí para la ocasión, con ropas elegantes, formales, mi rebelde pelo bien sujeto. Mientras caminaba para encontrarme con mi sensei un mensajero llegó, escuché las noticias que traía. La patrulla había sido asaltada, casi todos habían muerto defendiendo a un gran general, me quedé helada, rompiéndome en pedazos. Tomé entonces la firme determinación de lograr pasar mi gempukku, no fallaría, no defraudaría su memoria.

-Sacrificio-

Había llegado mi turno, avanzaba por el tatami, observando los rostros que conocía en aquella sala. Mi hermana, con rostro severo pero los ojos acuosos, debía haberse enterado también. Mi madre firme e impasible me miró fijamente, me estiré con orgullo y algo de desafío, asintió satisfecha, pero no ví lo que necesitaba, una sonrisa. Mi sensei, estricta y grave, cuando apenas quedaba para pasarla, una leve, levísima sonrisa, mi corazón se inflamó, era lo último que necesitaba para ese día, ese momento. Me paré y cerré los ojos, saludé formalmente.

-“Soy Imishisa, hija de Akodo Arami-sama, hija de Akodo Tsubeju-sama, hijo de Akodo Katsui-sama…fieles samurai, honrados en su día al poder servir a este noble Clan”

El viento apenas se movía, nada se pronunciaba, mientras me movía ejecutando las katas, ya había pasado el resto de las pruebas, quedaba esta, al parecer la más importante. Mi katana se movía con rapidez, subía y bajaba, mis pies se deslizaban a la parque mi pecho subía y bajaba al ritmo de mis movimientos. Mis cabellos eran la estela de mi cuerpo siguiéndolo allá donde éste fuese. Ejecutaba cada movimiento sin pensar, mis pensamientos estaban con el recuerdo de vivos y fallecidos, sentía la gentíl mano de Itsu guiándome con su sonrisa, sentía la firme fuerza de mi sensei sujetándome. Un pajarillo apareció en la ventana, un trino, un único trino sonó y entonces me desplacé, moví los pies rápidamente, corriendo, estiré el brazo cuan largo era y como una estela de fuego mis cabellos, mi kimono susurrando, cogí impulso y salté, volé por unos instantes, girando en el aire. La kata era compleja, uní ambos brazos, sujetando la katana, uniendo cuerpo y mente en ese único golpe. Al aterrizar, en cuanto toqué el suelo el golpe estaba ejecutado, preciso, sin mover nada de mi cuerpo, una gota de sudor cayó, pesada como el plomo, cristalina y brillante como un rayo de sol, cayó en mi pie derecho. Había estado recogiendo las gotas que saltaban, nada manchaba el tatami, así como nada manchaba mi alma.

-Honor-

Fui aceptada, se me pidió un nombre, me erguí por completo, fuerte, enérgicamente alcé la voz para decir con orgullo lo que guardaba dentro de mí.

-“Yo soy Akodo Iwame, hija de Akodo Arami-sama, que los Ancestros sean mis guías, que los Ancestros sean mis jueces, que los Ancestros sean la fuerza de mis brazos, que los Ancestros sean mi camino hasta el día que a ellos retorne, a ellos les debo lo que soy, a ellos les devolveré lo que es suyo, a ellos les sirvo a través de sus descendientes hasta mi muerte”

-Juramento-

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El Destino tiene dos filos, uno eres tu.


Bayushi Kahei

Jue Jul 12, 2007 11:21 pm

El viento del norte agitaba con violencia el estandarte Bayushi y las llamas que danzaban en las antorchas dispuestas alrededor de la cueva. El color gris acerado del horizonte comenzaba a oscurecerse cuando el clamor del trueno resonó en todo el valle, como un heraldo implacable que arrastra la voz furiosa de unos dioses que censuraban cuanto estaba a punto de suceder allí.

El general dirigió una larga mirada hacia la oscuridad de la cueva. Desde allí, el viento traía terribles sonidos que se mezclaban con el siniestro canto que entonaban los Yogo, celosos herederos de aquél ritual antiguo, tenebroso e imprevisible como la misma esencia del mal.

La tarde agonizaba cuando el cuerpo de un muchacho brotó de las entrañas de la oscuridad para caer sin aliento a los pies del anciano Kurohiro. Sus ojos estaban vendados y las ropas que vestía eran poco más que un sucio amasijo de jirones.
Un inesperado relámpago encendió la escena con una luz macabra, revelando las horribles heridas que se dibujaban en la espalda del joven. Estaba exhausto y su respiración era violenta, desesperada, como la de un hombre que ha escapado de morir ahogado en aguas de una profundidad tenebrosa.

- Arrodíllate.- ordenó entonces una voz desprovista de emoción.

Conocía bien ese timbre y el efecto metálico de la máscara no bastaba para ocultar algo más.
¿Miedo?
El muchacho parecía desconcertado. Sin duda era la voz de Kurohiro pero, ¿cómo podía temerle su propio maestro?
Entonces reparó en que era incapaz de ver algo distinto a los golpes de luz de la tormenta, pero a pesar de todo tenía la necesidad de ver, de regresar a la realidad que le había sido negada durante días.
Sus manos temblorosas acudieron al rostro para desprenderse de la venda, pero el gélido tacto del acero las detuvo a tan sólo un palmo del rostro.

- Mueve un sólo músculo y te envío al Jigoku.- dijo nuevamente la voz porosa del anciano.

El poderoso sonido del trueno se hizo eco de la amenaza desgarrando las mismísimas puertas de la noche.

- ¿Maestro...? - preguntó desconcertado el muchacho, palpando la fría roca de la montaña con patética desesperación.

- ¡No soy tu maestro!-replicó éste con una furia irracional.Tu... tu solo eres un mensajero de la oscuridad.

- Pronuncia tu nombre.-ordenó otra voz, esta vez firme y tranquila, en la que a pesar de todo había un punto de desconfianza.- Duda y perderás la vida.

El joven conocía bien aquel tono autoritario. Bayushi Gentaro, su propio padre.

- Jotaro. respondió.

De repente la katana besó la carne de su espalda, allí donde las heridas eran mas profundas y el muchacho soltó un alarido que sin duda habría encogido el corazón del mas cruel de los samurai.
Esta vez fué una brutal carcajada la que respondió a su dolor, y lo hizo cerca; tanto que pudo sentir el cálido aliento de su dueño en cada palabra vertida sobre la sangre de su espalda.

- Hoy Jotaro ha muerto. Escoge otro nombre.- propuso aquella voz cruel con un acento extraño, siseante.

- No. Esas heridas... Debería estar muerto. No tiene derecho a escoger nombre.- repuso Gentaro con tono sombrío.

Un nuevo relámpago atravesó la noche justo antes de que rompiese a llover.

- Que decidan las Fortunas.-concluyó el dueño de aquella voz que sonaba como una burla horrible, escalofriante.

Jotaro escuchó un débil siseo, como el de un reptil pronunciando unas palabras imposibles de reproducir para un humano. El acero rasgó el aire con un silbido amenazador y escuchó el sonido de una tela rasgada.
Después, nada.

- Una herida, un secreto y una oportunidad... una herencia digna de un Bayushi.
Las Fortunas han hablado.
Pagarás mi deuda y el heredero de tu nombre volverá a cargar con ella. Esta es mi voluntad.

Bienvenido, Kahei.

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El que desea sacar la espada es un principiante.
El que puede sacar la espada es un experto.
El que es la espada misma es un maestro.